28/5/09

Mario

No es que no me importe,
Mario,
tu irreversible adiós.
Es que desde el momento que te conocí
y siendo consciente de que,
a pesar de tu eterna poesía,
no eras inmortal,
supe que, irremediablemente,
me abandonarías.
Y supe que no tenía coraje
para vivir añorándote.
Y decidí morir viviendo,
o lo que es lo mismo,
vivir no-amando, no-sintiendo,
para no tener que soportar
el suplicio de olvidar.
Mi vida es más fácil de llevar
si me limito a observar.
Menos mal que nunca lo supiste,
no lo habrías entendido.

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